El próximo año, El Salvador celebrará un nuevo bicentenario, uno menos ostentoso que el del primer grito de independencia y del que poco se habla. Se trata de un aniversario que cierra un ciclo de vejaciones e intolerancia que nació en España y que alcanzó a las Américas poco después de su conquista, aunque no de manera tan invasiva: La Santa Inquisición.
Publicado por primera vez en Contrapunto.com.sv, en 2011.
Imagine por un momento que estamos en el año 1800. Para estos efectos, cambiemos los datos de un hecho ocurrido el 10 de octubre de 2006, en que la Fiscalía General de la República (FGR) inició un proceso penal contra Rutilio Archila, de 31 años, por haberse casado por segunda vez sin antes haber disuelto su primer matrimonio. Ahora que ya cambiamos de época, digamos que las pruebas que obtuvo la FGR sobre que Archila se casó por primera vez en enero de 1998 (para el caso que nos estamos imaginando, le pondremos 1798) con Gloria Zelaya, pero a mediados del año pasado se separaron. Meses después, el 28 de diciembre de 2005 (digamos mejor 1800, aunque las cifras no cuadren), se casó con Patricia Castellanos. Fue este año durante un altercado de palabras que ambas mujeres se enteraron lo que Archila había hecho con ellas.
Ahora, imagine también que se entera de esta noticia escrita por Contrapunto a principio de este año. Sí, seguimos imaginando que estamos en 1800. Ahora, imagine que la noticia dice que durante el pasado año y lo que va de 2011 (de nuevo, estamos en el año de nuestro señor… 1800), el colectivo Concertación por un Empleo Digno para las Mujeres (CEDM) jura y perjura que ha atendido 41 casos de mujeres acosadas en su puesto de trabajo por jefes o superiores jerárquicos. Todas ellas, han asegurado las voceras de CEDM, han sido despedidas o han perdido su empleo tras denunciar conductas impropias por parte de sus superiores. Tanto empresa privada como distintas instancias estatales fueron señaladas, entre ellas, la Lotería Nacional de Beneficencia (LNB), el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), la Policía Nacional Civil (PNC) y la Asamblea Legislativa, que son las que registraron el mayor número de denuncias en el ámbito público.
Vaya, imagine que va por la calle y de repente, frente a la catedral de San Salvador ve a José Luis de Jesús Miranda, el líder espiritual de esta secta llamada Creciendo en Gracia. Y usted contempla como este hombre que asegura que las Iglesias, tanto la católica como las evangélicas, son dirigidas por “ministros de Satanás”, y acto seguido quema Biblias de todos los tamaños y colores. Imagínese que además, empieza a predicar que él es el anticristo y que los curas son pedófilos.
Pero, estamos en 1800. Y el 1800, existe una institución capaz de derramar sangre por menos que esto que nos estamos imaginando: la Santa Inquisición.
Amar a Dios por sobre todas las cosas…
La Santa Inquisición hace referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía en el seno de la Iglesia Católica, aunque también hubo un tribunal del mismo género entre algunas denominaciones protestantes. Muchas veces, los juicios resultaban en muertes o torturas de los señalados como herejes, es decir, enemigos de las leyes de Dios.
Esta fue una práctica que afectó por cerca de 245 años a nuestra, por aquel entonces, provincia de San Salvador, que respondía al reino de Guatemala. El primer caso que se reporta en el Archivo General de la Nación (AGN), que resguarda estos documentos en el seno del Palacio Nacional, es un proceso de 1567, en contra de Martín Rojas, vecino de San Salvador, por haber dicho que no había infierno, porque sólo tres ánimas se habían condenado la de Caín, la del rico avariento y la de Judas.
La documentación que posee el AGN proviene de los volúmenes del fondo Inquisición del Archivo General de la Nación de México para la provincia de Sonsonate y San Salvador y da cuenta de cinco periodos: 1567-1654, con 40 expedientes; 1663- 1730, con 38 expedientes; 1733- 1766, con 36 expedientes, 1767-1786, con 37 expedientes y 1787-1812, con 24 expendientes. Los delitos que encontramos registrados son casos por solicitantes, proposiciones, herejías, brujería, blasfemia, amancebamientos, delitos de sexo, supersticiones y maleficios y otros.
Sobre este periodo histórico existen pocas investigaciones en El Salvador. Una de ellas, “El códice de Sonsonate”, escrito por Pedro Escalante Arce, en dos tomos y publicado en 1992, hace un recorrido por esos años de conquista y colonización española en nuestro país. En este documento, el investigador nos ilustra cómo en las Américas solo hubo tres tribunales del Santo Oficio: México, Lima y Cartagena. Guatemala dependía de los tribunales de México, y nuestro incipiente país era reconocido geopolíticamente por dos provincias: San Salvador y Sonsonate.
De acuerdo a datos recopilados por el historiador guatemalteco Ernesto Chinchilla Aguilar, en su tesis-libro La Inquisición en Guatemala, —1953; edición facsimilar 1999— el 12 de septiembre de 1572, el juez inquisidor general, cardenal Diego de Espinoza desde España dio poderes al licenciado Pedro Moya Contreras en México, y este, a su vez, al presbítero Diego de Carbajal en Guatemala para ejercer la comisión del Santo Oficio. De Carvajal era quien conocía los pecados que por estas tierras se practicaban en aquel entonces.
Leamos algunos ejemplos.
Año 1771, San Salvador. El señor Inquisidor fiscal de este Santo Oficio contra Bernabé de Alfara, mestizo, del valle del Guayabal, de Tonacatepec, por hechicero. Declaran que en una noche de fiesta que habían hecho los de aquel valle en la casa de Pedro Mártir Tovar, hallándose en ella Juan Elías tocando la guitarra y cantando, llegó Bernabé Alfaro, y dijo que no era razón que los de fuera vinieran a lucir a su valle, cuando en él había que supieran hacerlo, que al punto se la pagaría, y yéndose de la pieza donde estaba tocando, aseguran que sonando un pito se hizo pedazos la guitarra del cantador. San Salvador de Guatemala. Comisario don José Ancheta y Castillo, cura receptor de dicha ciudad. Notario nombrado fray Nicolás Cáceres.
Algunas mujeres sacaron ventajas del Santo Oficio y no dudaron en cobrarse algúnmaltrato del cónyugue. Para muestra, el caso del año 1767, de San Salvador de Guatemala, donde, Carlos de Lorenzana fue denunciado por su mujer, doña Juana Fernández, ante el Santo Oficio, por hereje apóstata (que no se identifica con un grupo, en este caso, religioso).
Se documentan de igual forma las prácticas de algunas personas a las que les encanta la vida en pareja y no pueden resistir compartir su matrimonio con una sola mujer o un solo hombre. De esto queda testimonio en el siguiente expediente. Año 1762, Sonsonate, se realizaron diligencias contra Juan Manuel Menocal de la Torre, español, por casado dos veces. Su primer matrimonio se efectuó con Marce!ina Mancilla, en Sonsonate, y el segundo tuvo lugar con Josefa de Arias en Oaxaca , El documento menciona que el denunciado falleció en la ciudad de San Salvador el año de 1760.
Y si se le ocurría algún tipo de acoso, y si era religioso, le iba peor, como este otro caso de San Salvador de Guatemala, en 1767, en que se procesaba una causa contra fray Antonio Morales de la orden de la Merced, por solicitante. Este pedido, desde luego, no era gratuito. Según el historiador Escalante Arce, muchos sacerdotes de la época solicitaban favores sexuales a cambio del perdón de los pecados y, desde luego, de no denunciar al confesado ante los tribunales de la iglesia.
Dos casos curiosos son aquellos que bien recuerdan al dicho popular de “si se enoja, pierde”, aunque sea cristiano de los buenos: Año 1734, Sonsonate. El presbítero Nicolás Rodríguez envía al inquisidor fiscal los originales de la declaración de testigos contra el blasfemo Francisco Javier Rivas por haberse quitado un rosario y enterrarlo bajo un adobe después de perder un juego. Año 1650, San Salvador. Denuncia contra Joseph Rodríguez, porque fundiendo un santo Cristo de plata y saliéndole mal, lo tiró enojado.
No faltaban en esta sopa de moralismos las denuncias por uso de ates mágicas como en el caso de 1730, San Salvador, en que se denuncia María de la 0, mulata esclava, por uso de polvos amatorios. Los polvos eran para un Capitán de la zona. La denunciante era la esposa del Capitán. El Capitán brillaba por su ausencia.
Pero la cosa sigue: Año 1721, San Salvador. Pedro García, pardo libre, natural de la provincia de San Salvador del reino de Guatemala, quien estando con Juan de Medina, habiéndole faltado unas libras de chocolate, le rogó le ayudara a hacer la suerte de las tijeras y la batea para inquirir quién lo había hurtado, diciendo estas palabras: Por San Pedro y por San Pablo, y por el apóstol Santiago, y los cuatro evangelistas que Cristo tiene a su lado que fulano (nombrando a la persona de quien se tiene sospecha) hurtó esto o aquello (expresando 10 que les falta), etc. Pascual Díaz, hizo también la suerte de las tijeras, teniendo sospecha que Antonio Solís le había hurtado un poco de maíz. Juan de Quintana Santiago, pardo libre, santiguaba a las criaturas enfermas diciéndoles estas palabras: en el nombre del buen Jesús que es nom bre de virtud; donde Jesús fue mentado todo mal fue quitado, donde Jesús se mentó todo mal se quitó, por Jesucristo crucificado, hijo de Santa María, que su cuerpo no sea preso, ni su alma sea perdida; Jesucristo encarnó, Jesucristo nació, Jesucristo murió, Jesucristo con su misma virtud subió a los cielos, bendita sea la madre que tal hijo parió, así como confieso que esto es verdad te sane mi señor. Jesucristo de toda tu enfermedad. Marta de Mora y Medrano, hizo en una ocasión la suerte de las tijeras, denunciada por Tomás de Trejo, esta juro que no lo había hecho, sino que la vio hacer a un moreno.
Y el colmo de los colmos, lo protagoniza el autor de la firma que precede a estas palabras. El inquisidor Don Felipe Ruiz del Corral persiguió al primer cronista de Guatemala, fray Antonio de Remesal, cuyo libro Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapas y Guatemala fue decomisado y expurgado. Entre los numerosos cargos que se hicieron en contra del prelado estaba el de que el dominico conocía las lenguas griega y hebrea, por lo tanto, podía ser judío.
Dios es amor
La Inquisición, en su forma más pura, era un organismo dedicado a castigar a quienes cometieran delitos contra la fe católica y faltas graves a la moral. Al ojear los expedientes que registran los casos correspondientes a El Salvador se puede leer denuncias sobre supuestos herejes, blasfemos, bígamos, incluso de frailes que hacían solicitudes de favores sexuales a cambio de absolución en los confesionarios y otros delitos. Y como, al parecer, el tribunal concedía autoridad y otras dádivas a sus ejecutores, no faltan las solicitudes como comisario, inquisidor, calificador o similares de parte de personajes influyentes para alguno de sus familiares.
Siguiendo el modelo español, además de inquisidores, fiscales y secretarios, cada distrito del Santo Oficio contaba con un sistema de alguaciles e informantes. Tras la acusación, los encausados podían presentar su defensa, pero, de acuerdo con el sistema penal de la época, la Inquisición tenía atribuciones para adoptar medidas cautelares, detención, que solía incluir tormento, antes de emitir su fallo. Las penas, según la gravedad, iban desde penitencias religiosas, multas, azotes, prisión, destierro y muerte. Aunque, en Cetroamérica, y en general en el continente, según los historiadores, la Iglesia fue más tolerante que su contraparte española y se concentró en los aspectos morales, sociales y de políticos de los estados donde se desarrolló esta práctica. Aunque, claro, existen sus excepciones.
Durante su primera etapa, apunta Ernesto Chinchilla Aguilar, la actividad inquisitorial se concentró en extinguir la herejía luterana, llegando a quemar en Sonsonate, El Salvador, en 1574, a Guillermo Cornields, un irlandésex pirata y barbero, de 24 ó 25 años, el único condenado a muerte por el Tribunal de la Nueva España, que haya tenido relación con el Reino de Guatemala. Para el historiador Pedro Escalante Arce, al pirata no solo lo mataron su credo sino además sus creencias políticas.
Algo que resalta entre los datos que se detallan en estos archivos es que los denunciados y juzgados eran españoles, negros, mulatos, esclavos, curas y mujeres, pero casi no se registran casos de indígenas. Casi. De acuerdo con el historiador guatemalteco Enrique Gordillo Castillo, en su tesis de maestría en Historia, El Protectorado de Indios en el Reino de Guatemala: Los indios eran incapaces de distinguir entre el bien y el mal y, por lo tanto, no estaban afectos a la Inquisición.
El 12 de marzo de 1999, en el Vaticano, el ya fallecido Juan Pablo II pidió perdón al mundo por los actos cometidos en esos años oscuros de la Iglesia Católica y declaró ante centenares de fieles: “a las puertas del Gran Jubileo del año 2000, la Iglesia Católica pide perdón por las culpas históricas de sus hijos”.
Pedro Escalante Arce dijo alguna vez que aunque la Iglesia cometió este tipo de persecuciones, también “ha sido una de las grandes protagonistas del desarrollo de la civilización occidental”. Y, a propósito de ello, uno de sus últimos comisarios inquisidores en San Salvador, según Escalante Arce, fue el presbítero José Matías Delgado, al que hoy se le conoce como uno de los protagonistas de la independencia patria.