No hay peor desgracia para un escritor que sufrir de un bloqueo creativo. Pero todo tiene solución. Y, desde luego, hay una solución para cada tipo de problema.
Pero, antes, para poder salir del atolladero, primero, no hay nada nuevo escrito bajo el cielo. Es decir, no te matés los sesos tratando de inventar lo que ya ha sido inventado. Es posible que esa idea que tenés en la cabeza ya fue escrita por alguien más. Lo que te diferenciará del resto de escritores, decía Rafael Menjívar Ochoa, es que nadie escribirá la historia que vos querés leer y el hecho de que podes contarla de la manera que te plazca.
Luego, hay que definir ante qué tipo de situación estás.
Situación número uno: No has escrito nada y deseás hacerlo, pero no se te ocurre nada.
Situación número dos: Ya has escrito algo, y deseás continuar pero se te acabaron las ideas y no sabés cómo hacerlo.
Situación número tres: Ninguna de las dos anteriores. Sabés lo que estás haciendo, es solo que no te podés concentrar.
Voy a comenzar hablando por esto último. Tal vez estás escribiendo dónde y cómo no deberías.
Para escribir a gusto, debés tener un santuario donde la escritura te sea provechosa y las molestias mínimas, o los placeres estén al alcance de la mano. Lo digo porque un amigo periodista solía ir a un bar del barrio a escribir allí sus reportajes, en medio de aquel bullicio y la humareda envolvente. Decía que así se concentraba mejor. Claro que, si no estaba inspirado, no escribía absolutamente nada.
Lo importante de este punto es que tu espacio funcione como un condicionante, es decir, que cada vez que te sentés en dicho espacio, tu subconsciente asimile de inmediato que vas a escribir y, con el tiempo, tu cuerpo enfocará tus energías en esa sola tarea.
Si sos de espíritu débil, aléjate de la tecnología lo más que podás. Yo, en la computadora donde escribo, no tengo instalado medios sociales, apenas un correo electrónico y el navegador para buscar información. Aunque han surgido aplicaciones pensadas para los escritores, que restringen el uso del navegador limitando tu entrada a ciertas sitios, o que funcionan como word pero sin tablas, con fondos planos o barras de formatos que te puedan distraer, otras te obligan a escribir un número concreto de páginas o de palabras.
Una amiga mía me decía hoy que, cuando desea leer o estudiar, se mete al baño, se sienta sobre la tasa, y se sumerge en la lectura. Es la forma como ella se concentra. Yo suelo leer también allí, algo tiene ese espacio que nos aísla del mundo. Antes, también, en mi época de estudiante, solía devorarme libros mientras iba en el bus rumbo a la universidad.
Hablando de leer, si estás en la situación número dos, te recomiendo inspirarte hurgando en las páginas de otros autores, y aquí debo aclarar que me refiero a cualquier tipo de lectura: podcasts, videos, televisión, libros, cómics, etc. En este caso, la libreta de apuntes va a ser tu aliada.
La lectura, desde luego, debe ser pensada. Durante la escritura de mi libro Todas las muertes de Lázaro leí al menos una docena de novelas negras centroamericanas para, primero, enterarme de quiénes eran los autores que estaban escribiendo el género. Luego, para saber cuáles eran las historias que se estaban contando y dónde estaban ocurriendo. Además, hice mis anotaciones sobre las cosas que me llamaron la atención y que luego sirvieron para armar algunos ensayos y críticas literarias. Lo mismo hice con media docena de películas, algunas basadas en novelas policiacas y otras en guiones cinematográficos. Toda esa información me dio muchas ideas nuevas para salir del atolladero creativo.
Si todo esto no funciona, salí a caminar. Se dice que Haruki Murakami sale a correr como una forma de escritura. El alejarte del texto por el tiempo que sea necesario permitirá a tu subconsciente resolver el entuerto mientras que tu mente se distrae. Caminar o correr, no solo te evitará caer en la tentación de la tecnología, te ayudará a concentrarte sin dejar de escribir.
Un truco que yo uso para no dejar de escribir, incluso cuando tengo bloqueos, es escribir otro tipo de texto. Por ejemplo, si me atoro en un cuento, lo dejo e intento comenzar un poema, o el inicio de otra historia o una novela. Esa es la oportunidad perfecta para experimentar. De todos modos, ya estás en el atolladero, ¿qué más puede pasar? Cuando menos lo sintás, habrás dado con el camino a seguir.
Por último, si estás en la situación inicial, planifica tu escritura. Primero, salí a correr o a caminar, la calle es fuente interminable de historias. Llévate la libreta y apunta aquello que te llame la atención, ahí están las semillas de tus historias. Una vez tengás esas ideas, dedicate a leer como te recomendé en el punto dos. Estoy seguro de que se te ocurrirá algo.