La mejor forma es localizarlos usando la web, el periódico, o las redes sociales, mandarles una carta de presentación sobre tu persona, tu experiencia y tus servicios. Por lo general, la forma de identificar a tus posibles clientes es buscando en su sitio web los servicios que han contratado o que ofrecen. Es decir, los potenciales clientes que han usado contenidos en español, volverán a usarlos si los incentivas de forma adecuada. Y si no, es tu oportunidad de convencerlos para que lo hagan. En mi caso, esta es la estrategia que me ha llevado a tener la cartera de clientes que ves en mi sitio web bitextuales.com.
Este es el origen de dicha metodología: Con anterioridad ya he contado cómo, gracias a un impulso, inicié contacto con una persona de una compañía de publicidad local y así empecé a trabajar de manera independiente en la traducción profesional de documentos. Sin embargo, esta no es la primera vez que realizó dichos trabajos. Durante algunos años, mientras radicaba en El Salvador, realicé investigaciones relacionadas con la guerra civil que finalizó en 1992, y me dediqué a traducir centenares de documentos confidenciales desclasificados por el Departamento de Seguridad de los Estados Unidos. En dichos textos invertí mucho tiempo y esfuerzo tratando de entender la situación política y económica de aquellos años que nos llevaron a tener una guerra civil de más de una década de terror.
Años después, mientras realizaba mis estudios de Maestría en Escritura Creativa en El Paso, Texas, también ejecuté diferentes trabajos de traducción, aunque esta vez eran de interés académico. De hecho, tomé un curso especializado en traducción literaria. Si tomamos en cuenta que, además, la maestría a la que asistí se enfocaba en la conversación bilingüe de las culturas anglo y latinoamericanas, eso también enriqueció mi experiencia como traductor, y, alguna que otra vez, como intérprete. Y no lo digo a la ligera. La confluencia de diferentes nacionalidades en un mismo lugar enriqueció mi amor por la evolución de las lenguas. En un mismo salón podíamos escuchar acentos cubanos, mexicanos, venezolanos, salvadoreños, colombianos, guatemaltecos y estadounidenses. Entonces, nos veíamos expuestos a la meta-traducción, es decir, que nos veíamos obligados a saltar de un idioma español a otro, con sus respectivas variantes lingüísticas, culturales y regionales, todo para darnos a entender entre nosotros mismos. A ello hay que agregar que también estábamos expuestos a un español fronterizo, lleno de particularidades propias. Y no me refiero necesariamente a anglicismos convertidos al español, sino a formas de entendimiento de frases y palabras que en Latinoamérica tienen connotaciones totalmente diferentes.
Cuando por fin decidí convertirme en un traductor independiente, me di a conocer en el mercado local escribiendo correos electrónicos a diestra y siniestra. En suma, preparé una estrategia de búsqueda, análisis e investigación, como si estuviera estudiando a una fuente que deseaba entrevistar a cualquier costo. Esta es una táctica que sigo utilizando hasta la fecha. Durante semanas me dediqué a buscar páginas web, personas de contacto o encargados de publicidad o recursos humanos con quienes iniciar un diálogo para ofrecerles mis servicios como creador de contenidos y traductor de documentos.
No voy a mentir, he mandado cientos de correos, he gastado decenas de horas armando mi estrategia para acercarme a estos potenciales clientes y apenas he recibido unas cuantas respuestas. Sin embargo, lo que no me ha desanimado a retirar mi estrategia es que los clientes que he conseguido mediante esta correspondencia han sido los adecuados. No sólo eso, al final, también me han recomendado con otras personas con las mismas necesidades editoriales.
Si tuviera que usar un símil sobre cuál es la actividad que tenemos que realizar las personas que nos dedicamos al trabajo independiente para conseguir clientes, lo compararía con la de un cazador, que va colocando trampas en el área donde sabe que la presa suele pastar, que se agazapa entre los matorrales mientras espera a que toda su estrategia funcione y que al final pueda cazar al animal. No es que durante ese tiempo no esté haciendo nada, un cazador está casando aún cuando no se está moviendo. A este acto, como ya lo ha referido Don Juan, un personaje de Carlos Castañeda, se le conoce como acecho. Entonces, los trabajadores independientes de la palabra siempre estamos al achecho.
Desde que empecé esta estrategia, he utilizado varios modelos de correspondencia. Esto es producto de una investigación realizada durante meses en sitios similares al mío, tomando en cuenta las experiencias de otras personas que se dedican a la prestación del mismo tipo de servicios.
A continuación, te dejo una muestra de mis formatos de correspondencia, para que puedas bajarlos, usarlos y modificarlos como mejor te convenga. Agregale o quitare cosas dependiendo de tu experiencia, aunque, si tu instinto te dice que debés mencionar o quitar algo, hacele caso.