La respuesta corta a esta pregunta radica en tu experiencia y la complejidad de tu trabajo. Yo cobro cinco centavos por palabra traducida, pero esto tiene una razón y un origen.
Veamos: me inicie en el negocio de la traducción freelance hace ya varios años. Debo confesar que al principio no sabía cuánto ni cómo cobrar. Ahora lo sé, pero la avaricia y la inexperiencia me han pasado factura.
Comencemos por el principio: Acababa de terminar mi Maestría en Escritura Creativa cuando empecé a aplicar a diversos trabajos en el área. En marzo o mayo de 2013, un periódico me contrato a tiempo completo como reportero. Sin embargo, gracias a que nunca he podido quedarme quieto, en una ocasión de esos tiempos muertos que suele haber en las salas de redacción, mientras ojeaba el periódico para enterarme sobre cualquier pista que me condujera a una noticia, me topé con un anuncio. Éste aludía a la reinvención de una empresa de publicidad del área que, tras dos décadas trabajando bajo un nombre que no recuerdo en este momento, había decidido relanzarse al mercado. Su anuncio me llamó la atención por un término que yo nunca había escuchado: transcreación. Dicha palabra se refiere al proceso de traducción en donde se reconstruyen los significados de un idioma para ser adecuados a otro, es una operación que incluye la implementación de la creatividad cultural y el refinamiento lingüístico. En dicha correspondencia, felicité al equipo a cargo del relanzamiento y expliqué quién era, aparte de ofrecer mis servicios, si algún día los llegasen a necesitar, como redactor o traductor independiente.
Pasaron un par de días antes de recibir contestación. Del otro lado, una persona encargada de hacer vínculos con la comunidad me dijo que estaban interesados en conocerme. Una semana después de recibir ese correo electrónico, visité por primera vez las oficinas de esta compañía.
La persona que me contactó fue en realidad la misma que orientó en el tema de cómo realizar mis cobros en el mundo de la transcreación. Yo, desde el principio, fui muy honesto, le dije que nunca había realizado este tipo de trabajos y que no tenía idea sobre este tema. Ese día descubrí que había dos opciones de cobro: una, estableciendo un monto fijo por proyecto, y, dos, cobrando por hora.
Por practicidad, terminé decantándome por el cobro por hora. Dependiendo de cuán complicado era el encargo, cobraba $75 u $80 dólares por hora. El truco de esto está en la estimación del tiempo que se llevará en hacer la traducción de un texto: lectura, investigación, traducción, reescritura, edición, etc. A veces, una transcreación puede tomar 15 minutos, a veces una hora y media, pero, una vez hecha la predicción, ya no hay vuelta atrás. Con el tiempo, uno se vuelve cada más experto en este rubro y ya no le yerras tan frecuentemente. Cuando me entregaban proyectos de más de 10, 20, ó 30 páginas, lo que hacía era estimar el número de horas que me tomaría realizar la traducción y sumar el total. Luego, realizaba una rebaja del 10%, 15%, o 20%, dependiendo de la complejidad del texto, el tiempo de entrega solicitado, el tipo de cliente, su capacidad adquisitiva, etc.
Modestia a parte, debo decir que mi trabajo gustó mucho y que, poco a poco, fueron llegando a mis manos más y más documentos para ser traducidos. Durante poco más de dos años y medio recibí no sólo guiones de televisión y de radio, si no también manuales de seguridad laboral, sitios web, cartelones, comunicados de prensa, artículos noticiosos, y un largo etcétera.
El problema fue cuando, a medida que me fueron llegando los trabajos, mi avaricia empezó a crecer, hasta que un día se apoderó de mí. Esto pese a que había considerado la posibilidad de regalarle un par de trabajos de su elección a la empresa como deferencia hacia su lealtad por mi labor. Sin embargo, todo se fue por el caño cuando me ofrecieron escribir publicaciones para su blog. Hice todo lo contrario a lo que venía pensando y les cobre $100 por publicación. Debo decir que, al menos dentro de mi razonamiento, el precio no se me hacía tan injusto en aquel momento. Además, debido a mi experiencia como reportero, pensé que tenía ante mí una oportunidad de oro, puesto que podía escribir los textos que me proponían en un tiempo récord. De hecho, para que se lo pensaran y tomarán en consideración darme este gig a tiempo “completo”, escribí un par de artículos -cobrados, desde luego- que ellos mismos me habían pedido preparar para colocar en su sitio web. Supongo que cuando supieron de cuál sería mi nueva cuota, una más elevada de lo habitual, sopesaron que ya era tiempo de dejarme ir. Los propios empleados del lugar empezaron a llenar ese vacío de contenidos por su propia cuenta. Los trabajos de traducción empezaron a llegar cada vez menos y, debido a los tropiezos de mi inexperiencia, aprovecharon los errores de facturación que yo había cometido para empezar a retrasar mis pagos y así desincentivarme para dejar de trabajar para ellos. También comenzaron a utilizar la figura de un corrector de traducciones, una persona que se encargaba de revisar lo que yo había traducido para reparar “las fallas“ que había en mis transcreaciones. Así que, empezaron a dejarme saber que había modificaciones que ellos no pagarían y que tendrían que invertir dinero en otra persona para repararlas. Obviamente esta otra persona era la que los estaba aconsejando sobre mis traducciones “fallidas”.
Acá quiero aclarar, en ningún momento fueron descorteses. De hecho tengo muy buenas relaciones con ellos, hasta el día de hoy. Simplemente ya no trabajamos juntos.
Pero, en suma, esta experiencia ha sido muy beneficiosa para mi aprendizaje. Gracias a ella ahora sé cómo se hacen las facturaciones, tengo mi número de identificación tributaria con la que hago dichas facturas, sé cómo organizar mi base de datos para los trabajos que voy realizando, llevo una contabilidad sobre los dineros que cobro a partir de estos trabajos, también he aprendido a organizar mis archivos para evitar confusiones y reclamaciones. Tengo una página web donde detallo no sólo los servicios que ofrezco como feelance sino que también he publicado los precios que cobro y las excepciones que puedo proveer en caso de conflictos. Habló además de tiempos de entrega y tiempos de trabajo, de combinaciones de servicios y de formas de pago.
Gracias a esto he tenido y sigo teniendo clientes, nuevos y habituales para mi empresa y hasta he sido capaz de ampliar el abanico de servicios que ofrecemos.
¿Y vos, cómo cobrás tu trabajo? ¿Qué dudas te genera el trabajar de forma independiente?